Visitando el Museo de la Fábrica de Harinas de Salamanca

Por todos es sabido que Salamanca es una ciudad única y llena de magia. Sus monumentos, sus edificios construidos con piedra dorada de las canteras de Villamayor y su ambiente estudiantil la convierten en una de las ciudad más visitadas de nuestro país. Tanto por turistas nacionales como extranjeros. pero además, Salamanca cuenta con rincones únicos y menos conocidos por los visitantes, porque no se encuentran dentro de la ruta turística habitual del casco antiguo. Lugares con personalidad propia que cuentan su propia historia y que merece la pena conocer.

Uno de los mejores ejemplos de ellos es el Museo de la Fábrica de Harinas «El Sur». Una de las harineras más importantes y mejor conservadas de toda España. La visita permite adentrarse en las formas de elaboración de las harinas hace más de un siglo, cuando esta actividad era uno de los principales motores económicos no sólo de la ciudad, sino de toda la región. Se encuentra a sólo 10 minutos en coche de Hotel Regio (Salamanca) y a un paso de la Casa Lis y del Huerto de Calixto y Melibea.

Museo Fábrica de Harinas

Un poco de historia…

Abierto al público como museo en el año 2002, con motivo de la Capitalidad Cultural de la Ciudad, el antiguo molino de Harinas del Tormes alberga un gran tesoro en su interior. Un legendario edificio que conserva todas las máquinas originales con las que los obreros trabajaban moliendo el trigo entre el siglo XIX y principios del XX. Tras una importante labor de restauración  y conservación, hoy se encuentra en perfecto estado, pero fueron muchos los años durante los cuales estuvo abandonado. Durante el proyecto de rehabilitación se arreglaron las cubiertas de madera y las dependencias interiores que se han convertido en la Sala de Exposiciones y Museo.

El edificio fue construido en 1881 sobre las ruinas de un molino de maquila, abasteciéndose de las aguas del río Tormes que iban hacia una turbina que permitía mover toda la maquinaria. Este tipo de molino era propio de la época medieval, cuando los vecinos de las poblaciones pagaban al molinero por dejarles moler el trigo en las instalaciones.  Este primer molino presentaba un estilo arquitectónico muy parecido al de las tradicionales casas de La Alberca. El molino actual, convertido en fábrica, fue levantado por los propietarios de la Fábrica de Harinas «El Sur», la sociedad Pérez Moneo, dirigida por Don Anselmo Pérez Moneo. Este empresario había hecho fortuna fabricando y montando máquinas para las primeras fábricas españolas y sus descendientes fueron ocupando puestos de responsabilidad tanto a nivel industrial como municipal en Salamanca hasta poco antes del estallido de la Guerra Civil.

En 1895, la sociedad pasó a llamarse Moneo y Allen y se llevó a cabo una importante reforma para paliar los problemas a los que se enfrentaba el sector, que no levantaba cabeza desde la pérdida de las últimas colonias americanas, principales importadoras  de las harinas.  Hacia 1900 la fábrica empezaría a recuperarse, cuando la casa suiza Bühler instaló modernas máquinas de elaboración de harinas que funcionaban siguiendo el revolucionario sistema austro-húngaro. Durante estos años, la fábrica elaboraría alrededor de 30 toneladas diarias de harina con una maquinaria que apenas experimentaría cambios hasta su cierre.

¿Qué puede verse en el interior del Museo Fábrica de Harinas?

Fuera del molino, bordeando el edificio es interesante pasear por la pasarela donde se encontraban las antiguas turbinas, justo por encima del río.  Un puente que se llama «Enrique Estevan».

En el interior puede contemplarse la maquinaria original de la fábrica, con diferentes modelos de laminadores y máquinas de limpia y cernido. Todo ello de la marca suiza Bühler, incluso los elevadores. Durante la visita, es posible conocer todas las fases del proceso de transfomración del grano en harina: limpieza, molienda, recuperación de la harina y puesta en sacos. Además, encontramos paneles informativos y explicativos que van explicando con todo detalle la historia de este particular museo. Con lo cual, es una visita que encantará tanto a los apasionados de la historia como a los amantes de la mecánica. Pero también a los más pequeños. Un auténtico viaje en el tiempo que gustará a toda la familia y del que siempre tendréis un bonito recuerdo.

Y no sólo es un buen lugar para empaparnos de cultura, sino que además cuenta con una cafetería y un restaurante, por lo que es ideal para ir a comer o a tomar algo disfrutando de la preciosa postal que nos brinda el río Tormes. Además se encuentra muy cerca de otros interesantes atractivos de la localidad, como el Museo de Art Nouveu y Art Decó, el Convento de San Esteban o el romántico Huerto de Calixto y Melibea.

Pero si después de la visita lo que quieres es descansar, tienes el río Tormes justo al lado. Baja hasta sus jardines para disfrutar de los cálidos rayos del sol, pasear en bicicleta o descansar mientras los niños corren por la hierba y se lo pasan en grande.

 

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