Si preguntáramos a personas de cualquier parte de España, seguro que todos serían capaces de hablarnos de lugares enigmáticos de su localidad donde la historia y la leyenda se entrelazan y donde ésta última se impone a la realidad histórica, llegando a ser realmente complicado saber dónde empieza una y donde acaba la otra. Esto es precisamente lo que ocurre en la Iglesia de San Cebrián, situada en la cuesta de Carvajal, en pleno casco histórico de la ciudad de Salamanca. Un lugar que hoy se conoce popularmente como las Cuevas de Salamanca y que hoy se asientan sobre la antigua sacristía de las ruinas de la propia iglesia. Y es que la iglesia sería derribada hacia el siglo XVI, conservándose solamente en el lugar la Torre del Marqués de Villena y la Cerca Vieja, la parte más antigua de la muralla. En la actualidad es posible subir a la Torre del marqués de Villena y observar las bellas vistas, además de ver más de cerca la muralla.
Sobre el origen de las Cuevas de Salamanca apenas se sabe nada, ya que aunque algunos afirman que fue fundada por Hércules, otros consideran que tiene más relación con los árabes o, incluso, con los celtas. No obstante, la teoría más aceptada hoy por hoy es que se trataba de la entrada a un laberinto de túneles y pasajes que se extendían por todo el subsuelo de la ciudad. Tal interés ha suscitado este monumento que incluso ha traspasado fronteras, siendo muy utilizada en la literatura, hasta el punto de que en algunos países del continente americano las cuevas y los lugares oscuros donde tienen lugar actividades maléficas y de magia negra son llamadas «Salamanca».
La leyenda de la «Cueva del Diablo»
Según cuenta la leyenda, la sacristía subterránea era frecuentada por algunos estudiantes para aprender magia. Unos dicen que el profesor que impartía las enseñanzas era el mismísimo diablo que venía directamente desde las oscuras profundidades del submundo para impartir clases.
Sin embargo, otros más escépticos consideran que estas enseñanzas eran dadas por un sacristán llamado Clemente Potosí que poseía conocimientos en el arte de la nigromancia que decidió compartir sus saberes con aquellos jóvenes a los que les interesaban las artes mágicas para ganar un dinero extra. Entre las lecciones que se impartían destacan la astrología, la geomancia, la hidromancia, la piromancia y la quiromancia. Sin embargo, aunque se sabe que el objetivo de las clases era adquirir dotes adivinatorias, los alumnos que acudían a ellas, no revelaban lo que allí aprendían. Y es precisamente esto lo que acabó dando pie a la leyenda.
Debido a los rumores que se extendieron por la ciudad salmantina sobre el misterioso maestro y las enseñanzas que se impartían, la gente comenzó a referirse a aquella sacristía como la cueva, lo cual ha llegado hasta nuestros días.
Según la leyenda, durante siete años, siete alumnos recibían clases. Un número que desde tiempos remotos ha tenido implicaciones místicas. Pero lo realmente curioso era la forma en que los alumnos pagaban las clases. Se sorteaba quién de los siete debía pagar las clases de todos. Si al que le tocaba no podía pagar, éste era encerrado en la cueva. Se cuenta que un año fue el propio Marqués de Villena, Enrique de Aragón, quien perdió el sorteo. Éste, que no contaba con suficiente dinero para pagar, fue encerrado en la cueva. Sin embargo no se resignó a su destino y se las ingenió para poder escapar de allí. Su plan fue ocultarse en el interior de una tinaja que estaba tapada con distintos objetos que se habían ido acumulando. Para no ser descubierto, lo dejó todo tal y como estaba. Cuando el profesor regresó a la sacristía y no lo encontró allí, se marchó rápidamente dejando la puerta abierta, lo cual fue aprovechado por el futuro marqués para huir a la iglesia donde se escondió. Allí permanecería oculto toda la noche hasta que las puertas se abrieron y pudo salir del recinto.
No obstante, otros cuentan que lo que realmente ocurrió fue que gracias a las artes mágicas aprendidas, el marqués fue capaz de separar su sombra de su cuerpo y dejarla en la cueva para engañar al sacristán y que pensara que aún seguía allí. De esta forma, el marqués sería capaz de burlar al mismísimo demonio. Tuviera o no poderes mágicos, es evidente que Enrique de Aragón poseía grandes conocimientos sobre ello que plasmó en los numerosos libros que escribió a lo largo de sus existencia y que solamente conocemos a través de referencias, ya que desaparecieron debido a las quemas de libros prohibidos que llevó a cabo la Inquisición.
En cuanto a los túneles que supuestamente discurren por toda la ciudad, muchos dicen que llevan hasta un destino ignorado y tenebroso, mientras que otros defienden teorías más realistas, ya que solamente se tratarían de canales que llevaban el agua y que habrían sido construidos por los árabes. A lo que otros añaden que además de agua, sirvieron para comunicar algunos edificios de la ciudad facilitando a sus habitantes caminos subterráneos mucho más discretos que las calles al aire libre bañadas por el sol.
En cualquier caso, leyenda o realidad, la cuestión es que estas cuevas han guardado siempre un halo de misterio, creando una gran sensación de miedo en todos aquellos que tienen la valentía de visitarlas y adentrarse en ellas. Por eso, las Cuevas de Salamanca son, sin lugar a dudas, uno de los lugares más enigmáticos, no solamente de la ciudad, sino de toda España, y que no puedes perder la oportunidad de visitar si pasas unos días en la ciudad.
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Foto: http://compartiendoculturas.blogspot.com.es/2009/03/la-leyenda-de-la-cueva-de-la-salamanca.html
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