En el corazón de la villa
medieval de Ciudad Rodrigo, al pie
de la torre de la Catedral, se ubica uno de los museos más originales de España
y del mundo, el Museo del Orinal. Inaugurado
en el año 2006 por José María del Arco Ortiz. Un hombre que,
en los años 80, empezó a coleccionar lo que el mismo denomina «el objeto
más usado de la humanidad». Porque si hay algo cierto es que todos los
seres humanos, sin importar a la clase a la que pertenezcamos, tenemos que
pasar por este lugar todos los días.
Un espacio lleno de historia, de la historia de caballeros, princesas, nobles, doncellas, monjes, reyes y curas que en algún momento sentaron en ellos sus ilustres posaderas. Unos objetos que fueron de uso cotidiano, tanto entre ricos como pobre, hasta que la llegada generalizada de los retretes a las casas actuales los sacó prácticamente de circulación. Y han estado presentes desde que el hombre abandonó las cuevas y tuvo la necesidad de depositar su orines y deposiciones en algún lugar antes de tirarlos por la ventana al grito de ¡agua va!
Historia del Museo del Orinal de Ciudad Rodrigo
Todo comenzó a principios de la
década de los 80, cuando un amigo de José María del Arco llevaba a cabo una
reforma en el Hospital de La Pasión de Ciudad Rodrigo. Como le encantaba
coleccionar objetos antiguos, José María fue avisado del singular hallazgo y
los guardó en su casa para que no terminaran entre los escombros. Después, la
curiosidad y el esfuerzo hicieron el resto. De hecho, cuando llegaba su
cumpleaños, Navidad o el Día del Padre, lo único que pedía como regalo era un
orinal y todo lo que le rodea.
La cuestión es que llegó a
acumular tantos que no quiso que cayeran en el olvido, por lo que comenzó a
buscar lugares donde exponerlos, con el único deseo de ver cumplido su sueño de
crear un museo donde todas estas maravillosas joyas pudieran ser admiradas.
Gracias a los esfuerzos de José María
y de muchos amigos, se fundó el Museo del Orinal que hoy podemos ver en Ciudad
Rodrigo. Sin embargo, no fue tarea fácil. En el año 1991, empezó siendo una exposición
itinerante que se exhibía de manera temporal en distintas ciudades de España y
Portugal.
Tuvieron que pasar varios años
para que, gracias a las aportaciones de amigos y familiares, José María del
Arco reuniera una colección lo suficientemente grande como para abrir este museo,
considerado como el quinto más curioso del mundo. Recibiendo alrededor de
18.000 visitantes cada año. Demostrando que, además de los museos de arte de
cada destino, existen otros muchos museos por el mundo que ofrecen a los
visitantes una «experiencia única»
El Museo del Orinal
El Museo del Orinal de Ciudad
Rodrigo cuenta con ocho salas, distribuidas por la primera planta del edificio
y alberga una impresionante colección de más de 1.300 ejemplares, procedentes
de 27 países distintos, en un rango cronológico que va desde la Edad Media
hasta la actualidad, desde el siglo XIII al siglo XX. Tan cotidianos y casi
siempre tan escondidos que sorprende ver la gran variedad.
En estas salas pueden verse orinales
y escupideras de todo tipo, material y forma. De porcelana, metal, piedra,
hojalata, latón, barro, cobre, cristal, aluminio, esmaltados, de plata, de oro,
de platino o cerámica; pintados a mano o en serigrafías; sencillos o
profusamente decorados; de hombres y de mujeres; nuevos y usados; de miniaturas
de casas de muñecas a bacines de más de medio metro, etc. El más pequeño es
como un garbanzo, realizado por un joyero sueco en platino, y el más grande,
con 45 cm. de altura, es de barro y procede de Ciudad Rodrigo. Incluso podemos
encontrar una pieza diseñada por Gaudí para el Marqués de Comillas.
Un auténtico viaje en el tiempo que
nos muestra cómo lo esencial no cambia y cómo los más sencillo también puede
llegar a ser una obra de arte. Un fascinante recorrido por la evolución de esta
pieza que nos ha acompañado a lo largo de cientos de años y de cómo ha ido
cambiando y adaptándose a las necesidades de las personas de cada época.
En la antigüedad fue
oblongo, después escafoide, luego cilíndrico y los más desde
el siglo XVIII globulosos. Los Griegos lo llamaron “amigo” y los Romanos
“matula” o “metella”, siendo normalmente de bronce. En el siglo I d.C. los más
refinados los usaban de plata y oro.
Pero también forman parte de la
colección numerosas escupideras, también conocidas como salivaderas, fabricadas
en distintos materiales como cerámica, hojalata, hierro, metal o cristal.
Siendo usadas en los bares para escupir el vino y el tabaco y evitar, de este
modo, ensuciar el suelo lo menos posible.